Autor: David Alonso
En torno al 30,8% de la población consume cigarrillos diariamente. La mayoría de estas personas saben que fumar implica un riesgo y un perjuicio para su salud. Es la causa reconocida de más de una treintena de enfermedades y la primera causa de invalidez y muerte prematura en España, donde supone en torno al 15% del gasto sanitario, y donde cada año más de 50.000 personas mueren debido a su consumo.
Sin embargo, cada año más de 200.000 personas empiezan a fumar en nuestro país, la gran mayoría niños y adolescentes. Y lo que agrava aún más el problema: en torno al 70% de los fumadores no tiene intención de dejar de fumar, por lo que la situación no tiene perspectivas de cambiar.
¿Por qué las personas se enganchan al tabaco?
En primer lugar, por el potencial adictivo de la nicotina:
– Fumar produce un aumento inmediato de nicotina en la sangre (refuerzo positivo). En el cerebro existen receptores nicotínicos y al fumar, la nicotina del tabaco se une a ellos, excitándolos, sensibilizándolos, y generando así un efecto más gratificante.
– Además, la nicotina atraviesa con gran rapidez la barrera hematoencefálica (menos de 10 segundos) ejerciendo de forma inmediata su acción reforzante en el cerebro.
– Por otro lado, el fumador puede administrarse de forma recurrente, a su gusto y placer, cada una de estas dosis gratificantes, potenciando todavía más este efecto reforzante.
– Pasada ½ h o 1h después del consumo, el descenso de la nicotina genera una sensación de malestar que desaparece al volver a fumar (refuerzo negativo), conformándose un círculo vicioso de refuerzos positivos y negativos que, junto a otros factores, mantendrán la adicción al tabaco.
Y en segundo lugar, la adicción al tabaco se desarrolla y mantiene por razones psicológicas. La nicotina por sí sola no lo explica todo. Si así fuera, cualquiera después de una semana sin fumar no tendría ningún riesgo de volver a recaer. Sin embargo eso es algo que ocurre incluso años después de haber abandonado el tabaco.
Esto se debe habitualmente a una ilusión de control sobre el consumo, un exceso de confianza ante la aparición del deseo de consumir. Y es que el contacto repetido con una sustancia tan reforzante empieza a asociarse a un montón de estímulos del entorno, actividades, tareas, contextos, personas, comidas y bebidas… Con el tiempo las asociaciones se multiplican y el fumador empieza a fumar cada vez en más situaciones, de forma más automática, inconsciente y mecánica. Puede ocurrir que una persona muy habituada a fumar encienda cigarros en ciertas situaciones sin apenas darse cuenta, o se vea encendiendo un cigarro cuando aún tiene otro en el cenicero. A esas alturas, ni si quiera disfruta ya de la mayoría de los cigarros. Pero a medida que este aprendizaje se refuerza, fumar empieza a asumir funciones en la vida del fumador, de forma similar a una herramienta psicológica.
¿Cuáles son las funciones más frecuentes del tabaco que los fumadores identifican?
– Proporciona placer, relajación o gratificación. Un respiro, un paréntesis, o reforzar un momento tranquilo.
– Estimula, mantiene la alerta, la atención y concentración, la motivación, el nivel de actividad.
– Ayuda a manejar estados mentales o emocionales negativos: tristeza, preocupación, enfado, incomodidad, desmotivación, aburrimiento, estrés…
– Actúa como refuerzo gestual. La ritualización del acto de fumar desde sus pasos previos, encender el cigarro, sostenerlo entre los dedos, tener algo entre las manos, echar humo… Esta cadena de acciones puede ser una herramienta para manejar y afrontar algunas situaciones.
¿Qué es lo que puede inclinar la Balanza Decisional y llevar al sujeto a dejar de fumar?
– Saber que dejar de fumar implicará desandar el camino que el consumo reiterado ha llevado a recorrer.
– Identificar que se trata de una tarea de re-aprendizaje de todo aquello que está asociado al tabaco.
– Reconocer los riesgos que el consumo tiene para la salud a medio-largo plazo.
– Percibir los beneficios que supondría dejarlo.
– Evidenciar los costes que implica fumar.
– Observar los logros de otros.
– Trabajar para modificar la autopercepción y aprender a verse como capaz de lograrlo.
– Comprender que dejar de fumar es un proceso de motivación y perseverancia, más que de “fuerza de voluntad”, que requiere atravesar una serie de etapas y tomar una serie de decisiones, empezando por la más importante: abandonar el consumo.
¿Qué deben saber los fumadores?
– Que hay intervenciones psicológicas dirigidas a aquellos que no están lo suficientemente motivados para tomar la decisión, y diseñadas para ayudar al paciente a inclinar esta balanza en favor del abandono, siempre bajo la premisa de que debe ser el propio paciente quien identifique sus propias razones y fuentes de motivación para dejarlo.
– Que, una vez tomada la decisión, un porcentaje mínimo de personas lo consigue sin ayuda, aunque este porcentaje aumenta significativamente cuando la persona recibe tratamiento psicológico.
– Que este tratamiento combina el enfoque motivacional con componentes cognitivo-conductuales, para adaptarlo de forma individualizada al grado de dependencia y de motivación de cada persona.
– Que el tratamiento psicológico del tabaquismo ha mostrado ser eficaz independientemente del sexo, la edad, y de grado de dependencia a la nicotina.
– Que es un tratamiento de duración breve, con una excelente relación coste – beneficio, y sin efectos secundarios.
– Y además, existen tratamientos farmacológicos, sustitutivos de la nicotina, y otras terapias que pueden suponer un excelente complemento para el tratamiento psicológico del tabaquismo.