¿Qué entendemos por dependencia emocional?
Consideramos que una persona es dependiente a nivel emocional, cuando frecuentemente siente pérdida del bienestar psicológico, e intenta resolver sus necesidades emocionales con acciones desadaptativas como consumir sustancias, comer en exceso o no comer, y/o depender de otra u otras personas.
¿Qué entendemos por comida emocional?
Consideramos que estamos ante un caso de Comida emocional cuando la persona ingiere alimentos sin ningún motivo que lo justifique, sin hambre, o sin estar en una situación social en donde comer sea lo esperado.
Podemos decir, por tanto, que todos en algún momento, hacemos ingesta emocional. Pero el problema surge cuando esta conducta se repite de forma frecuente e intensa y la comida se convierte en un medio para satisfacer un estado de ánimo displacentero: situaciones de estrés, de aburrimiento, de soledad, y/o estados ansiosos o deprimidos.
Si este tipo de ingesta se convierte en una costumbre, la persona podría llegar a darse atracones y, en este caso, estaríamos ante un trastorno de alimentación.
¿Qué características encontramos en las personas con dependencia emocional?
Son personas inseguras, que magnifican sus errores y minimizan sus triunfos.
Necesitan la aprobación de los demás y ser importantes para otros.
Temen ser rechazados y sobrevaloran los «pequeños» rechazos de cada día, sobre todo cuando proceden de personas que consideran significativas.
Tienen un discurso interno castigador en el que se sienten responsables de las situaciones que viven, personalizan y dramatizan.
Nunca están satisfechos de cómo se han comportado en reuniones o actos sociales.
Son perfeccionistas, tienen pensamientos automáticos sobre su inutilidad y hacen rumiación relacionada con el fracaso, con lo que deberían haber dicho o hecho «para brillar y ser aceptados».
Viven en la circularidad del proyecto inalcanzable, no lo consiguen, sufren, y llegan de nuevo a un estado de frustración por no haber logrado su objetivo. O cuando lo consiguen les sigue pareciendo todo insuficiente.
En ocasiones, son los «reyes de la procrastinación», hacen planes que posponen, e ir dejando las cosas para después, les genera estados de ansiedad y deterioro que refuerzan su baja auto-estima.
Y, frecuentemente, eligen parejas, o viven con personas, que fomentan este «juego patológico»: el juego de la dependencia emocional. Lo aprendieron en etapas tan tempranas de la vida que no saben qué hacer para cambiarlo y esto les lleva a veces a realizar conductas desadaptativas (comida emocional) que corroboran sus creencias irracionales de inadecuación.
Un perfil de personalidad dependiente puede llegar a convertirse en un perfil de personalidad autodestructivo con un ánimo disfórico, con un rol de víctima con tendencia a no buscar- aceptar ayuda, dificultades para evitar las situaciones dolorosas, y con un crítico interior que chilla, que grita y vocifera de forma frecuente en sus cabezas potenciando su dolor y no permitiéndoles ser felices en los momentos felices de la vida.
¿A qué se debe que las personas puedan llegar a tener este tipo de personalidad?
Para encontrar la respuesta podemos acudir a la Teoría del Apego de Bowlby.
Según este psicoanalista inglés criado en el seno de una familia rígida y estricta de principios del siglo pasado, en donde la relación con la madre era escasa o nula, «La clave de la seguridad psicológica se encuentra en el vínculo de apego».
Parece importante para el bienestar psicológico del sujeto que durante la primera etapa de su vida su cuidador principal haya sido próximo, haya estado disponible con regularidad y enviado al niño «mensajes» de seguridad. Sobre esta base se formará poco a poco la tendencia emocional del sujeto.
Los experimentos del matrimonio americano Harlow, con monitos Rhesus demostraban que era más importante para ellos recibir cariño que alimento. Al igual que los Rhesus, el humano parece necesitar más el afecto que la comida y aunque sin esta se moriría de inanición, sin alimento afectivo el sujeto se desarrolla con perturbaciones de mayor o menor gravedad que socavarán su vida en lo emocional.
Mary Ainsworth, psicóloga estadounidense que colaboró en proyectos de investigación con Bowlby, realizó una clasificación de los tipos de apego y nos dice que cuando el apego es inseguro (ansioso o evitativo), es probable que el sujeto tenga alteraciones psicológicas en el futuro, presentando un mayor grado de inestabilidad, lo que, en muchos casos, podría desembocar en un perfil de personalidad dependiente, caldo de cultivo que puede llevar a realizar conductas autodestructivas de distinta índole.
Cuando el patrón de conducta de los cuidadores principales ha generado un apego seguro, el sujeto se muestra más habilidoso para tomar decisiones que le lleven al auto-cuidado en otras etapas de la vida: adolescencia y adultez,
Según muchos autores el apego seguro es el origen de unas relaciones socio-personales equilibradas. Es decir, es un factor de protección en lo social y en lo personal, ya que estas personas son más capaces de seleccionar lo positivo de la experiencia y hacer valoraciones positivas de sus propias vivencias. Tienen lo que se considera una afectividad positiva, menos carga de ansiedad y estrés, menos posibilidades de caer en una depresión y más posibilidades de resolver conflictos personales, sociales y laborales.
¿Podemos, por tanto, relacionar Dependencia Emocional con Comida Emocional?
Desde mi experiencia, sí.
Lo más normal es que el problema gestado en la infancia se ponga de relieve a partir de la adolescencia y como si de un acné emocional se tratara, empieza a brotar creando verdaderas pústulas de malestar.
El adolescente que ha hecho un vínculo desarticulado, puede llegar a desarticular su vida. Y, en lo que a comida emocional se refiere, en esta edad en la que ya tiene más autonomía y decide qué comer y cuándo comerlo, puede que llegue a adoptar hábitos alimenticios voraces, y puede que aprenda a unir emoción y comida, utilizando a esta como sedante: comida sustancia.
Según venimos mostrando, el mal vínculo es «Un Monstruo viene a verme, pero sin soluciones», que con su forma grotesca y enredada, aparece a lo largo de la vida. ¡Y pesa!
Tanto si se afronta como si no se afronta, genera personalidades vulnerables que se pasan la mayor parte de su vida intentando salir del atolladero.
El vínculo inseguro es un duelo abierto.
Se puede llegar a cerrar con ayuda psicológica.